La selección jugará el próximo domingo la segunda final olímpica de su historia. La primera fue en Los Ángeles '84, contra Estados Unidos. España sufrió de lo lindo ante una gran Lituania, pero impuso su calidad en los instantes finales para remontar el encuentro e imponerse en las semifinales (91-86). Ahora luchará por el oro ante Estados Unidos o Argentina 24 años después de su última final olímpica en Los Angeles.
El equipo más grande de la historia de nuestro deporte
Quedan pocas cosas por decir de este equipo que gana, enamora y es ejemplar. Una final olímpica es un logro inmenso, pero, como en todas las grandes gestas, la estela que deja es mucho más luminosa que el dato frío de lo que ha logrado. España está en una final olímpica ganando con emoción a Lituania (91-86), pero, sobre todo, está en la historia. ¿O ha habido en nuestro deporte un equipo más grande?
Al equipo de waterpolo campeón olímpico en Atlanta, que también fue el mejor del mundo, le corresponde un lugar de oro en la historia del deporte español. Quizá, hasta hace unas horas, era el mejor de siempre. Pero la capacidad de convocatoria, la transmisión de valores, el espíritu y lo que nos hace sentir hace de esta selección de baloncesto que ya ha asegurado una plata olímpica un equipo único, para el que esto escribe el mejor de los que jamás se han juntado a defender la camiseta de España en cualquier deporte.
A partir de ahí, todo análisis es secundario. Es el momento de los sentimientos, de paladear este momento histórico 24 años después, de dejarnos llevar por la admiración que todos sentimos por este grupo excelso en la pista y fuera de ella. Quizá, sólo haya una manera de demostrarlo: llamémoslo la 'metáfora Jiménez'. Carlos, el indestructible
Es el anti-héroe. Excesivamente pálido, excesivamente triste, con juego del que sólo sacan pecho 'los que entienden'. El único jugador al que sólo se le aplaude cuando se va al suelo, porque significa que ha rebañado un balón, que ha agarrado un rebote imposible o que ha forzado una falta de ataque. Tira poco, y no siempre bien. Nadie quiere ser jugador de baloncesto por ser como Jiménez. Pero es el mejor en lo suyo, que es no dejarse destruir jamás, y hay que darle brillo a su partidazo. El mejor jugador de España contra Lituania fue él, sin duda. Hizo el mismo partidazo que en la final del Mundial.
Jiménez es la metáfora del equipo. Todo es importante, pero lo bueno es que lo más importante es lo que no se ve pero suma. La química, el compañerismo, la solidaridad. Jiménez, en una palabra. Un capitán modélico y el jugador más laureado de la historia de nuestro basket. Que nadie diga que el esfuerzo y los valores no sirven de nada. Ahí está Jiménez para demostrar lo contrario.
Un partido digno de su importancia
España ganó un partido con claro sabor a medalla. Una final olímpica (la quinta consecutiva que pierde Lituania) se gana con sudor. Y con valor. Hubo momentos para los buenos (Pau Gasol mató en los momentos en que tuvo que hacerlo; Rudy paró el partido y se jugó un par de balones decisivos cuando debió, dando muestras de una madurez extraordinaria), para los que nunca fallan (Marc y Felipe lideraron un parcial de 13-3 entre el final del primer cuarto y el comienzo del segundo) y para los constantes (Garbajosa pudo sacar a relucir su tiro al principio, buenos minutos los suyos; Ricky dio un par de chispazos de ser el más listo de este planeta).
Pero, sobre todo, hubo minutos para los que lo merecen. Carlos Jiménez merece esta final. No por ser él, sino por lo que representa. Es la raíz misma de un equipo extraordinario. Cuando metió los dos tiros libres finales, todos nos alegramos. Es la justicia al capitán más modélico del equipo más modélico
Quedan pocas cosas por decir de este equipo que gana, enamora y es ejemplar. Una final olímpica es un logro inmenso, pero, como en todas las grandes gestas, la estela que deja es mucho más luminosa que el dato frío de lo que ha logrado. España está en una final olímpica ganando con emoción a Lituania (91-86), pero, sobre todo, está en la historia. ¿O ha habido en nuestro deporte un equipo más grande?
Al equipo de waterpolo campeón olímpico en Atlanta, que también fue el mejor del mundo, le corresponde un lugar de oro en la historia del deporte español. Quizá, hasta hace unas horas, era el mejor de siempre. Pero la capacidad de convocatoria, la transmisión de valores, el espíritu y lo que nos hace sentir hace de esta selección de baloncesto que ya ha asegurado una plata olímpica un equipo único, para el que esto escribe el mejor de los que jamás se han juntado a defender la camiseta de España en cualquier deporte.
A partir de ahí, todo análisis es secundario. Es el momento de los sentimientos, de paladear este momento histórico 24 años después, de dejarnos llevar por la admiración que todos sentimos por este grupo excelso en la pista y fuera de ella. Quizá, sólo haya una manera de demostrarlo: llamémoslo la 'metáfora Jiménez'. Carlos, el indestructible
Es el anti-héroe. Excesivamente pálido, excesivamente triste, con juego del que sólo sacan pecho 'los que entienden'. El único jugador al que sólo se le aplaude cuando se va al suelo, porque significa que ha rebañado un balón, que ha agarrado un rebote imposible o que ha forzado una falta de ataque. Tira poco, y no siempre bien. Nadie quiere ser jugador de baloncesto por ser como Jiménez. Pero es el mejor en lo suyo, que es no dejarse destruir jamás, y hay que darle brillo a su partidazo. El mejor jugador de España contra Lituania fue él, sin duda. Hizo el mismo partidazo que en la final del Mundial.
Jiménez es la metáfora del equipo. Todo es importante, pero lo bueno es que lo más importante es lo que no se ve pero suma. La química, el compañerismo, la solidaridad. Jiménez, en una palabra. Un capitán modélico y el jugador más laureado de la historia de nuestro basket. Que nadie diga que el esfuerzo y los valores no sirven de nada. Ahí está Jiménez para demostrar lo contrario.
Un partido digno de su importancia
España ganó un partido con claro sabor a medalla. Una final olímpica (la quinta consecutiva que pierde Lituania) se gana con sudor. Y con valor. Hubo momentos para los buenos (Pau Gasol mató en los momentos en que tuvo que hacerlo; Rudy paró el partido y se jugó un par de balones decisivos cuando debió, dando muestras de una madurez extraordinaria), para los que nunca fallan (Marc y Felipe lideraron un parcial de 13-3 entre el final del primer cuarto y el comienzo del segundo) y para los constantes (Garbajosa pudo sacar a relucir su tiro al principio, buenos minutos los suyos; Ricky dio un par de chispazos de ser el más listo de este planeta).
Pero, sobre todo, hubo minutos para los que lo merecen. Carlos Jiménez merece esta final. No por ser él, sino por lo que representa. Es la raíz misma de un equipo extraordinario. Cuando metió los dos tiros libres finales, todos nos alegramos. Es la justicia al capitán más modélico del equipo más modélico
Fuente:marca.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario